La inestabilidad laboral influye gravemente en los jovenes, que no son capaces de hallar un trabajo fijo o con un contrato. Debido a ello, aceptan empleos precarios en diferentes empresas, creyéndose beneficiados al optar a un puesto estipulado, que posteriormente les consederá la oportunidad de cobrar alguna ayuda social.

No obstante, la presión de este tipo de empleos suscita que muchos trabajadores presentes una disimición voluntaria, incapaces de soportar el ritmo de vida. De esta manera, no son capaces de acceder a subenciones y, nuevamente, se ven obligados a trabajar de forma precaria. 

Por otro lado, esa inestabilidad también puede reflejarse en los contratos indefinidos, y el temor al desempleo. Antonio Antón (2006) asegura:

"Los contratos indefinidos están más próximos a una inestabilidad muy similar a la de  muchos contratos temporales, que se pueden asociar a la precariedad laboral. Además, algunos empleos con contratos indefinidos ordinarios también están sometidos a cierta inestabilidad en los momentos de reducción de plantillas, crisis de empresas o de despidos. Esa dinámica y expectativa de movilidad descendente, genera una cierta situación de precariedad e incertidumbre".

La inastibilidad, por tanto, también está ligada a la temporalidad involuntaria laboral. "La población asalariada que tiene un empleo temporal, agravado además, por la corta duración de esos empleos de duración determinada (...) tiene dificultades para encontrar un nuevo empleo cuando se pierde el anterior", afirma Javier Rubio Arribas (2009).

El informe anual emitido en diciembre de 2020 por la Secretaría de Estado de Empleo y Economía social, señala la elevada cifra de contratos temporales involuntarios en jovenes de hasta 25 años. Se trata de un valor que asciende cada año.